sábado, 26 de marzo de 2016

De la doncella dragón. 2.

Durante algunos cuantos minutos mantuvo su mirada fija en mi. Luego habló.

-Ya se quién eres, -Me desafió. -eres el hombre vacío.

-Lo siento, usted me confunde, mi nombre es El...

-No, -Me interrumpió. -Ese hombre murió. Dejó su escafandra a la deriva. Se asfixió. Tu no eres él, El está muerto.

 No supe que responder, las preguntas me invadieron, pero ninguna quería ser la primera en salir de mi boca. La muchacha empezó a recorrer la jaula. Y desde afuera yo seguía su paso. Parecía ignorarme, hasta que se cansó, y volvió a hablar.

-¿Vienes a buscar mi pieza? Pues, te la entrego. -Dijo, sacando sus brazos por entre los barrotes de hierro. Pude sentir que su piel era áspera, y emanaba calor, mientras colocaba en mis manos una diminuta cereza.

 La miré detenidamente.

-Es la tentación, -Afirmó. -come por detrás.

-¿Qué es lo que te tienta? -Pregunté.

-Dime tu, no soy yo quien tiene la pieza. -Sonrió, la muchacha.

Medite mi respuesta, mientras recorría la enorme prisión con la mirada.

-Pedirte que salgas de aquí. Que vengas conmigo.

-Siempre es igual, -Dijo ella. -pero en verdad no necesito que me rescaten. Si, soy la doncella encerrada, pero... también soy el dragón que me resguarda.

Entendí que la ella no vendría. Pero no me marché, aún tenía mucho que preguntarle, o, al menos así me fue que me convencí a mi mismo de abrir la jaula, y encerrarme junto a ella.

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