jueves, 18 de agosto de 2016

De las gemelas del espacio

Él estaba por ahí, y yo lo sabía. Ahora encontrarlo era mi misión, una encomienda, pero para eso debería de correr y danzar por el espacio.
-Niña, encontraste tu cabeza- Una dulce y amorosa voz se escuchó, e hizo eco por todo el lugar.
-Ahora búscame a mi- Dijo una voz similar a la primera, pero definitivamente más dulce.
-Y a mi.
Busqué con la mirada a niñas que habían causado una duda dentro mío. Logré visualizar a aquellas pequeñas. Dos niñas tomadas de las manos, con vestidos pastel por las rodillas y llevaban los pies descalzos y sucios. Sus cabezas, eran dos planetas muy bellos.
-Niña Venus, niña Marte- Susurré tranquila.
Ellas no dijeron nada, sabían que el silencio era la mejor conversación.
-¿Y saben algo de Él?-Dijeron mis palabras, escapando de mi boca.
-¡Que maleducada!-Dijeron al unísono.
Medité el por qué de su reacción por un rato, y me dí por vencida; iba a preguntar, cuando hablaron de nuevo.
-¡Nos interrumpiste!
-No, no lo hice.
-Así es, interrumpiste nuestros pensamientos-Exclamó un poco más calmada, Niña Marte.
Reí por lo bajo pensando en sus palabras...¿Cómo era posible no interrumpir sus pensamientos si las personas piensan constantemente, no es así? No me atreví a comentarles, pues no quería volver a interrumpirlas.
Estaba tan sumergida en mis pensamientos, que no me dí cuenta que ellas estaban hablando.
-...¿Entendiste?-Preguntaron. Negué con la cabeza y suspiraron enojadas.-Que no sabemos nada de Él, pero conocemos a alguien que sabe del Nautilus, y no está tan lejos de aquí.
-¿Y en dónde está?- Grité.
-En donde quieras-Dijo Niña Venus, que siguió con su explicación al ver mi cara confundida.-Ella está arriba, en lo nuevo, lo encontrado recientemente. Las leyes no me permiten revelar la ubicación exacta, pero sé que la encontrarás.
-¡Está en mi globo rojo!-Gritó Niña Marte, sin contenerse.
-¡Marte!-La retó su hermana, la de vestido rosa.
-Lo siento...-Dijo apenada.
-Oh, no. Ellos ya vendrán¡Corre niña, suerte en tu encomienda!-Salieron rápido, y yo hice lo mismo.
Cuando estuve ya lejos de allí, comencé a pensar en las palabras de Niña Venus; no tenía mucho sentido, pero nada lo tenía realmente.
¿A qué se refería con todo eso?

jueves, 11 de agosto de 2016

De los venados y las tortugas.

 Esa noche fue la menos oscura de su vida, y la niña había tenido el sueño menos claro que jamás hubiera soñado.
 En su sueño se encontraba jugando con su átomo. Nunca dejaba de llamarle la atención su átomo. Pues, ella pensaba, entendiendo la imposibilidad de aquel inocente hecho, que el vacío de su átomo jamás era igual: Fluctuaba, se movía, se intensificaba. y en los días en que mayor era su júbilo, incluso el vacío se atrevía a bailar con ella.
 Ella jugaba con su átomo, cuando el vacío abrió los ojos. entonces los vio: Primero un par de ojos, pequeños como galaxias. Y se fijaron en ella. Luego otro par, gigantes como las mentes. Y se fijaron en ella. Luego un quinto ojo, eterno como los pasos, y se fijó en todo.
 "Somos los ojos del oráculo", se explicaron sin hablar, "Y hoy, ayer, y siempre, te elegimos a ti, como El te eligió; como tu lo elegiste a él."
 "Hace tiempo encomendé una misión: La misión de entender el vacío. Ahora él es el vacío, y su misión es ahora tuya. No, no tienes elección niña. Pero tu ya los sabes.
 No, nadie más puede hacerlo. Pero tu ya lo sabes.
 No, el no está muerto, puedes encontrarlo. Pero tu ya lo sabes.
 No, el no sabe que lo buscas, pero tu ya lo sabes.
 No, el no fracasó, aunque así lo piensa. Pero tu ya los sabes.
 Tu ya sabes todo, niña, solo que aún no lo sabes.
¿Por qué tu, preguntas? Quién pudiera, sino tu, que has danzado con el vacío",
 Al despertar la niña tomó su abrigo, (El infinito suele ser helado), y se dispuso a seguir las huellas de aquel hombre. Del único hombre que se había mostrado ante ella. Lo único que conocía, además de su átomo.

Se enfrentaría a la duda, a la sombra, la luz, los astros, las sirenas, las respuestas, los dragones, los reyes, las rocas, las serpientes, las calaveras, a la vida y la muerte. Siempre siguiendo las huellas del vacío. 


jueves, 4 de agosto de 2016

De las cosas que se extinguen.



El se paró en el risco, al borde de la eternidad, a contemplar aquel paisaje.

La inminencia lo tomó del hombro, suavemente, y con ternura le confeso: "Puedes dar tu último suspiro, caminante. Otro caminante se encuentra en la puerta del camino, y su primer paso es inminente".

El dejó, con delicadeza, su escafandra en la arena, y respondió calmado: "No existen los últimos suspiros, Mientras ella suspire, yo suspiraré con ella", y solo entonces él suspiró, esperando que su aliento fuese una brisa en la frente de la caminante, que aguardaba a la orilla del camino.